¿Realmente Cambiamos?
Me encontraba en el Ashram Interno, cuando de pronto, vi caminar al Maestro Estrada en dirección a la casa de la Rectoría. Me acerqué al Maestro y le pregunté:
—Maestro, ¿puedo acompañarlo?
—¡Claro, hijo; cómo no!
Caminábamos lentamente, y de repente, vi la posibilidad de preguntarle algo.
—Maestro, ¿puedo hacerle una pregunta?

—¡Por supuesto, chico!
—Nosotros, los discípulos, o los discípulos de Usted, ¿realmente cambiamos? ¿cambiamos con el tiempo y con la enseñanza que Usted nos da?
—Caramba chico…, ¡qué pregunta! Bueno; mira: la verdad es que muy pocos son los que cambian hijo.
Yo me quedé realmente estupefacto y le dije:
—Maestro, pero y las disciplinas y todo lo que Usted nos enseña, ¿no sirve? ¿no sirve para cambiar?
—Bueno, hijo… esto es un medio y es muy bueno y ¡sí sirve! Pero si tú no quieres cambiar, va a ser difícil que logres un cambio; además, cambia el que quiere, el que puede y cambia el que realmente está preparado para hacerlo.
Volví a insistir:
—Maestro, y entonces ¿Cuánta gente cambiamos o cambian?
—Bueno hijo, realmente son muy pocos; me sobrarían dedos de las manos para decirte exactamente cuántos.
Me dejó más sorprendido y le dije:
—Maestro, pero ¿es tan difícil?
—Claro, m´hijo: es muy difícil; por eso hay Iniciados y Altos Iniciados. Los Iniciados logran ciertos cambios, logran adaptarse, logran conocimientos, logran alcanzar un Grado, pero los Altos Iniciados sencillamente logran todo eso y más, cambian totalmente su conducta, cambian su forma de ser y se convierten en una Luz en el Sendero.
Esta enseñanza me pareció muy impactante y a los pocos momentos tuve oportunidad de hacerle otra pregunta en otro sitio:
—Maestro, ¿es posible conocernos?, ¿es posible conocer este universo?
Y el Maestro respondió:
—No hijo, no es posible. DIOS es infinito, y sólo a través de la forma humana comienza a conocerse a Sí Mismo. Pero comienza a conocerse y continúa conociéndose y no para de conocerse, y tú, al igual que yo, estamos haciendo lo mismo, pero he ahí lo hermoso hijo: no importa qué tanto te conozcas, siempre habrá más y más.
Platicar con el Hermano Mayor (H:.M:.) era tan enriquecedor…, por supuesto era impactante, y se sentía uno de pronto muy pequeño y de pronto también nos brindaba una amabilidad y consideración tan grande que uno podía, de alguna manera, sentirse **”importante”** a su lado.
Leonardo Phillips, Adelante con los Faroles I, pág.65-66.